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miércoles, 4 de marzo de 2009

JIMMY BOSH - SALSA DURA 1999


1.La Cacharra
2.Canta Mi Mozambique
3.Pa' Mantener Tradicion
4.La Noticia
5.Impacto Tendremos
6.Toco El Trombon
7.Viento Frio
8.Speak No Evil
9.Amor Por Ti
10.Vengo De Amor
11.Sigo Cambiando
12.Un Poquito Mas

Jimmy Bosch
Salsa Dura
Rykodisc. 1999, RLCD1007
Grabado en NY. 1999

No sé cual es el secreto que le pone a su música, pero Jimmy Bosch toca salsa brava con un espíritu tan vital, que parece que no hubiera pasado el tiempo y estuviéramos en los años de pleno esplendor de la salsa. Esto lo hacen muy pocos. Su música es selecta, no suena por la radio. No tiene contemplaciones de ningún tipo para hacer lo que quiere. Tiene oxigeno, es renovada. Es obvio pensar que su paso por el Conjunto Libre lo ha llenado de fecundas ideas, manteniéndolo inmune a la tentación de figurar en las listas de un hit parade lleno de esa salsa precaria que nos ha embadurnado en las dos últimas décadas.
Sólo se le puede reprochar una cosa: sus letras. En el borde de lo cursi, tratando de buscar "conciencia social". En sus primeros CD como solista, Jimmy Bosch, toco, canto y compuso para su familia. La noticia, habla de la muerte de un hermano en Nueva York, mientras él estaba de gira por Colombia; en el CD anterior escribe un tema con la misma motivación. También habla del doloroso mundo del SIDA. Y no es que tratar estos temas esté mal de por sí, el detalle está en su lírica, casi siempre poco afortunada. La forma en que cifra sus mensajes es de muy inferior calidad que la excelencia de todo el producto musical.
En todo caso, Jimmy Bosch camina con su trombón al hombro, por un sendero de dichosos aportes para la salsa brava, justamente, cuando la vieja música cubana está alcanzando un boom descomunal y la pueril salsa radial sigue en pie. Jimmy Bosch crea una esperanza y pone al escucha a esperar su próximo desafío y la tentación de que otros lo emulen en el difícil mundo de la creación musical.
El tipo éste, sin contemplaciones, impone la más dura, la más brava de las salsas. Utiliza repetidamente las moñas: el encuentro de trombones o metales, esa cosa maravillosa que la salsa consagró; ese momento cuando se sueltan los caballos y todo es desesperación y felicidad plena; el más eufórico de esta música; nuestro desorden, por el cual -afortunadamente- no siempre hay que lamentarse. A veces, desenfadado y útil para el alma, el mejor momento para que el cuerpo consiga el éxtasis.
Esas improvisaciones polifónicas entre varios instrumentos, que muchos olvidaron, son rescatadas por Bosch, pero diferenciándolas de las que conoció cuando tocaba con el Conjunto Libre, que son sólo de trombones.
En el caso de esta producción, el trombón es el de Bosch con un solo, en Para mantener la tradición, carrasposo y lento. Sin embargo, en la última pieza, invita a un contrapunteo trombonístico a Steve Turre, maestro en estos menesteres.
También aparecen músicos conocidos como Chucho Valdés -que participo en muchos proyectos en Estados Unidos-. El contraste de su vanguardismo, combina a las mil maravillas con esta salsa.
Nelson González, el mejor tresista fuera de Cuba, aparece con un excelente solo en Para mantener la tradición.
Suenan también los percusionistas Richie Flores, Chucky López y Jimmy Delgado. En la descarga Viento frío, sendos solos de Flores y González se entremezclan al comienzo (qué bueno que los boricuas están tomando más en cuenta que la plena es sabrosa y tiene muchas posibilidades musicales).
Impacto tendremos es cantada por el nuevo caballo de la salsa, cada vez más maduro, Hermán Olivera. Muy bien el diálogo entre el saxo de David Sánchez y Bosch, en la pieza Speak No Evil de Wayne Shorter, con arreglo de Jeff Lederer –en clave de Latin Jazz– que acompaña habitualmente a Bosch en estas aventuras.
Amor por ti, balada de los setenta de bastante éxito (cuyo compositor tiene apellido de la estirpe del despecho; se llama Marco Aurelio Solís Gatica), se convierte en un lindo bolero.
Muy recomendable, a pesar de las letras.
Xariell Sarabia a n a p a p a y a . c o m

Jimmy Bosch
Salsa Dura
Rykodisc. 1999, RLCD1007
Grabado en NY. 1999

Producido por Jimmy Bosch, Aaron Levinson y Mark Bingham
Jimmy Bosch: trombón, coros
Steve Turre: trombón, caracoles
Félix Junior Vega: trompeta
Ricardo Pons: flauta, saxo barítono
Jeff Lederer: clarinete, saxos soprano y tenor
David Sánchez: saxo tenor
Abiud Humpty Troche: bajo
Nelson González: tres
Ricky González: piano
Alfredo Valdés Jr.: piano
Chucho Valdés: piano
Jimmy Delgado: timbales
George Delgado: congas, panderetas
Richie Flores: congas
Chucky López. bongó
Louis Bauzó: bongó, cajones, pandereta requinto
Pedro Emilio Rodríguez: güiro, maracas, clave
Frankie Vázquez: voz, coros
Hermán Olivera: voz, coros
Frankie Morales: voz, coros


Arreglos: Jimmy Bosch, Ricky González, Mauricio Smith, Louis Bauzó, Nelson González, Jeff Lederer, Félix Junior Vega y Alfredo Valdés, Jr.




Retorna a Bogotá, Jimmy Bosch, el llamado “Trombón criollo de la salsa dura”. Regresa a una ciudad donde existe una tendencia en los músicos aprendices a identificarse con el sonido urbano del trombón neoyorricano.

Instrumentistas que pronto, o ya maduros, constituyen agrupaciones con uno, dos, o más unidades de este instrumento de metal y viento, que remonta sus orígenes a los albores de la humanidad, cuando el hombre primitivo descubre la posibilidad de producir sonidos con los cuernos de los animales al juntarlos a sus labios.

Esta herencia ancestral podría ser una de las causas por las cuales en Bogotá existan un buen número de orquestas “tromboneras”. Sin embargo no es la única razón. Los seres humanos tenemos en la memoria multiplicidad de antecedentes que conducen consciente o inconscientemente a tomar decisiones diariamente en el paso de la vida.

Quizá esté entrañado en el recuerdo de las edades infantiles, cuando emocionados por la llegada del circo se veía desfilar a una comparsa haciendo ruido, y entre sus integrantes sobresalía un payaso empuñando una trompeta compuesta de una vara que alargaba y extendía desde su boca.

Quizá esté en la memoria de los años estudiantiles, cuando luchando por concentrarse en clase se escuchaban en la cancha de básquetbol, los ensayos de la banda de guerra del colegio, en la cual comenzaría carrera más de un trombonista.

Quizá esté en la añoranza del pueblo natal, donde la banda municipal refrescaba las tardes de los días festivos al ritmo de cumbias, porros, bundes, bambucos, pasodobles y sanjuaneros. En ellas, mínimo se alineaba un trombón.

Quizá en la escucha discográfica de las “big band” de Memo Salamanca y de las integradas por Generoso Jiménez y Mon Rivera.

Quizá se deba a la ciudad, donde flota contaminante un ultrasonido industrial denso, atravesado por las cornetas de aire de las gigantes tractomulas. ¡Pita camión!

Quizá a la influencia de la salsa urbana neoyorricana, tan del gusto de las distintas generaciones de salseros bogotanos.

O quizá en la comprensión conciente de las razones que llevaron a Eddie Palmieri a hacer del trombón un instrumento sonoro cargado de connotaciones sociales irreverentes y alternativas.

En la salsa, el origen de las tromboneras aconteció en los inicios de los años sesenta en Nueva York, cuando Palmieri en pleno furor de las charangas y las “big band” encontró en los registros de los trombones el modo de manifestar su particular manera de sentir el son cubano, de adaptar las singularidades del jazz, de expresar sus motivaciones políticas y de señalar los derroteros sonoros a las generaciones de su tiempo en el Spanish Harlem.

Fundamentado en el conjunto de son, desarrollado en La Habana, desde principios de los años cuarenta por Arsenio Rodríguez, e influenciado por la armonía charangoza de la Orquesta Aragón, Palmieri reemplaza en ese formato a las tres trompetas por dos trombones y una flauta, restándole además por razones económicas: el tres y la guitarra. Funda así su “Conjunto La Perfecta”, que contaría con trombonistas como José Rodríguez, Joe Donato y Barry Rodgers, precursores del “sonido Nueva York”, especialmente el último, de origen estadounidense, de quién manifiestan sus colegas y expertos que fue uno de los músicos arreglistas que mejor comprendió el alma estética de "El Barrio".

El trombón llega al ámbito latino neoyorricano mediante el jazz, género en el cual, desde el cambio al siglo XX en Nueva Orleáns había tenido una participación como instrumento rítmico y armónico en las bandas de Dixieland, para luego alcanzar un lugar como solista melódico en las “big band”. Propiedades explotadas por Palmieri, quién generaría una corriente dentro de la música bailable latinoamericana.

Estilo enriquecido por los músicos trombonistas de las agrupaciones de Willie Colón, Johnny Colón, Tito Ramos y Tony Rojas, Frankie Dante, Ralfi Val, Wayne Gorbea, y especialmente por Manny Oquendo con su “Conjunto Libre”, escuela por la cual han pasado Papo Vasquez, Steve Turre, Dan Reagan, Lenny Pollara, Reinaldo Jorge, Leopoldo Pineda y Jimmy Bosch.

El concepto acústico elaborado por Palmieri y Rogers trascendió las fronteras de Harlem, consecuencia de la fundación de sellos discográficos como Alegre o Fania, acogidos tempranamente en Colombia. Donde para comienzos de los años setentas se contaría en Barranquilla con la “Orquesta La Protesta” y en Medellín con “Fruko y sus Tesos”, fundada por Julio Ernesto Estrada, quién luego conformaría a “The Latín Brothers”, la trombonera por excelencia nacional.

En los ochentas aparecerían Jairo Varela con el “Grupo Niche”, Alexís Lozano con “Guayacán Orquesta”, Alberto Barros con “Los Titanes” y César Mora con “María Canela”, donde estaría vinculado César Monge, fundador de “La Dimensión Latina” de Venezuela y arreglista de la cuerda de trombones en los noventas del Grupo Niche, agrupación derivada de la propagación neoyorquina del trombón pero con una orientación ético – estética, diferente a la motivada por el “sociólogo de la salsa” Eddie Palmieri.

Consecuentes con Palmieri voces manifiestan la frase: “sí la trompeta es al son cubano, los trombones son a la salsa”, que aunque debatible muestra las diferencias y autonomías de estos géneros que se nutren mutuamente. Tal como durante los ochentas, desde Cuba, aportarían a la historia del trombón salsero: Juan Formell con sus “Van Van”, Elio Revé con su “Charangón” y “Los Karachi” de Santiago; más cercanos a lo producido por las “Estrellas de Fania”, a Larry y Andy Harlow con Lewis Khan, a Bobby Rodríguez y “La Compañía”, a la “Orquesta La Solución” en Puerto Rico y a la fluidez sabrosa de Fanny Ceballos en “El Gran Combo”, que a los trompetazos brillantes de Arsenio Rodríguez o la Sonora Matancera.

Actualmente, un hoy con más de dos décadas, la trombonística contemporánea cuenta con Juan Pablo Torres (Q.E.P.D.), Arturo Velasco, Conrad Herwig y Jesús "Aguaje" Ramos y tromboneras como “Plena Libre” de Puerto Rico, “Bailatino” de Venezuela y Johnny Polanco con su “Conjunto La Amistad” en los EE.UU.

Es posible que a través de esta trayectoria las nuevas generaciones de salseros bogotanos, más afectos a la acústica urbana que a la nostalgia campesina, hallen en el sonido épico de este instrumento del siglo XIV, de singular belleza, divertimento circense o agresividad guerrera, un órgano expresivo gozoso.

Un instrumento que en ciertas corrientes cubanas y estilos del jazz tiene una secundaria participación, pero que en la salsa es prioritario desde los tiempos del “Conjunto La Perfecta” hasta los recientes de la capital colombiana, donde han aparecido un buen número de trombonistas siguiendo las huellas adelantadas por Gustavo “Pantera” García, Ramón Benítez, Edilberto Liévano y Armando Quintana, “pioneros” en Bogotá de los sonidos salseros del sacabuche. Así como para el Nueva York de los sesentas lo fueron Jack Teagarden, Arthur Prior, Juan Tizol, Generoso Jiménez y Mon Rivera.

Retorna a Bogotá Jimmy Bosch, a tocar con el Sexteto Latino Moderno (Plus), una celebración que evoca al encuentro de Eddie Palmieri con Cal Tjader en los sesentas, la conciliación de los sonidos aguerridos de las calles neoyorricanas con las vibraciones finas en los salones de bailes, y a ese concierto del 2008 en el agosto del Astor Plaza bogotano.

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