PEKÍN (AFP) - "Los chinos no son como yo imaginaba, pensaba que eran tímidos, que no podían andar, pero llevo aquí un año y me doy cuenta que pueden dar más de lo que pienso, les gusta mucho la salsa", dice el bailarín cubano Yoandris Reyes Sánchez, quien se gana la vida haciéndolos bailar.
"La primera vez que vi gente bailando salsa me dije: ¡ah, qué belleza como se mueven!", explica Wang Ying, de 25 años, quien estudia inglés después de haber realizado estudios de contabilidad.
Desde 2005, Wang Ying toma cursos de salsa. Al llegar el verano no se pierde una sola de las fiestas "latinas" organizadas en Pekín al aire libre o en lugares frecuentados por jóvenes. Su movimiento de caderas es perfecto. Sus pasos son bien definidos. Su pareja la hace girar al ritmo de una canción en español, cuya letra ella no comprende. "Si tú no me quieres, si tú no me quieres... yo no voy a morir, hasta la vista baby".
Pero para esta joven de rostro redondo y fácil sonrisa, lo que cuenta primero es la emoción. "Tan pronto oigo la música, olvido mis preocupaciones. Es una pasión, cuando tú bailas la salsa, no sientes cansancio. Es un baile muy bello", dice.
Wang Ying tiene preferencias por la "bachata", originaria de la República Dominicana. "Es una música muy tierna, muy romántica", explica.
A finales de los años 90, la salsa, que mezcla diferentes géneros de música y danzas afrocubanas, era sobre todo asunto de los expatriados latinoamericanos en China. Pero desde hace algunos años han florecido las academias de baile, más de una decena en Pekín actualmente, entre ellas la que abrió un norteamericano de Nueva York, Jack Dunn, apodado 'Mambo Jack', quien llegó a China en 2004. "Al comienzo, el 75% de la gente que bailaba la salsa eran extranjeros. Hoy es lo contrario: el 75% de los bailarines son chinos. El número de alumnos aumenta de verdad", dice Dunn.
El cubano Yoandris Reyes Sánchez, bailarín profesional de 25 años, llegó de Cuba hace uno, y se gana la vida como discjockey.
Si a los chinos mayores les gusta bailar valses en los lugares públicos de las ciudades, como los parques, las jóvenes generaciones prefieren ritmos más endiablados, rompiendo con el tradicional pudor chino. "Mucha gente piensa que la salsa es demasiado sexy, pero si el objetivo es únicamente el placer de bailar, no veo dónde está el problema", afirma Wang Ying.
Esta moda de la salsa refleja también la creciente apertura al mundo de la China moderna, cuya presencia económica en América Latina se ha fortalecido en los últimos años. "La ciudad de Pekín se internacionaliza. La salsa viene del extranjero y cada vez hay más gente abierta a las maneras de pensar y a la cultura del exterior", dice la joven mujer.
En octubre, Jack Durn organizará en Pekín, por cuarta vez, el Congreso de la salsa, una competición que reúne a centenares de bailarines. "El año pasado, en el Congreso de la salsa, se presentó la primera orquesta china. En realidad está dirigida por dos latinoamericanos, pero el resto son chinos. Fue algo inolvidable", recalca.
Una mujer china se divierte bailando salsa con un hombre en una fiesta 'Latina' de una discoteca de Pekín, el 13 de junio de 2009. "Los chinos no son como yo imaginaba, pensaba que eran tímidos, que no podían andar, pero llevo aquí un año y me doy cuenta que pueden dar más de lo que pienso, les gusta mucho la salsa", dice el bailarín cubano Yoandris Reyes Sánchez. Foto:Liu Jin/AFP
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